La vivencia de Rosa

Os resumo mi experiencia con la lactancia materna, por si puede servir de ayuda para alguien que haya tenido dificultades como yo, especialmente con pezones invertidos y bebés con frenillo corto. Yo lo llamaba “la cruzada de la teta” por el esfuerzo que me supuso. Tengo dos hijas, una de cinco años y otra de casi seis meses. Soy ferviente defensora de la lactancia materna, pero con la primera niña sólo conseguí llegar a mixta aunque le di de mamar hasta los 20 meses. Con la segunda, me inicié con mixta porque al principio no engordaba, pero a los dos meses conseguí lactancia materna exclusiva. Mi principal dificultad es que tengo los dos pezones invertidos, y eso se unió, tras mi primer parto, a la poca información que tenía sobre el tema, al apoyo nulo de los profesionales sanitarios que me asistieron antes y después del nacimiento, a una depresión postparto y a mi propio entorno familiar, proclive a solucionar cualquier problema de lactancia con un biberón. Para mi resultó frustrante pensar cómo una persona como yo, que no se amedrentaba ante cualquier dificultad, tozuda para conseguir objetivos en la vida y que buscaba información para todo, podía haber sido tan ingenua.

Ya con mi primera hija, la primera semana cuando vi que no funcionaba la lactancia me preguntaba cómo no me había informado sobre todo esto antes y por qué, si lo más importante al nacer un bebé es que se alimente, ningún profesional sanitario me había “revisado” los pechos durante el embarazo para prevenir dificultades ni se molestaban ahora en intentar que mi hija se alimentara de la forma que cualquiera sabe que es la mejor. La solución fácil y rápida era el biberón. Te lo ofrecían insistentemente desde la primera hora de vida (con mi segunda hija también me pasó) y te recomendaban resignarte con frases como “no pasa nada”, “alimenta igual de bien”, y “además es más cómodo”… Por suerte, mi marido me apoyó desde el primer momento (muchas veces con más paciencia que yo) y enseguida buscamos ayuda a través de Alba Lactancia Materna, donde encontramos la excelente colaboración de la comadrona y asesora de lactancia Inma Marcos y del Dr. Luis Ruiz, nuestros “gurús de la teta”. Por suerte, son dos personas entregadas a su trabajo, tremendamente positivas y siempre accesibles, lo que se agradece especialmente en el periodo de postparto, cuando todo son urgencias y tus hormonas están especialmente alteradas, y un granito de arena se te convierte rápidamente en una montaña.

En aquella ocasión, hace cinco años, no pudo ser lactancia materna exclusiva. Me dieron pezoneras desde el inicio que después me costó dejar de usar, la niña se dormía en mis pechos y nunca se desenganchaba. Eran horas y horas y no engordaba. Hicimos grandes esfuerzos, probamos casi todo el instrumental disponible en el mercado para favorecer la lactancia materna, pero mi ánimo con la depre postparto estaba muy bajo y creo que eso fue decisivo. Ahora veo que es importantísimo aislarte de comentarios negativos, creer en ti misma y en tu instinto, tener mucha paciencia y sobre todo buscar apoyo de profesionales pro-lactancia. En aquella ocasión nos “topamos” incluso con un pediatra que me dijo que mi leche era mala y acto seguido me regaló un bote enorme de leche de fórmula. Todo ello sin mirarme ni a mí ni al bebé y sin realizar ni una sola pregunta. También se deterioró mi relación con algunas personas de mi entorno más cercano, amigos o familiares, que me decían que estaba perjudicando a mi hija, que no sabía criarla y que desistiera de una vez, entre otros “agradables” comentarios. Y yo soy de las personas que piensa que si tienes un problema hay que buscar soluciones y no rendirse a la primera (sin perjudicar a nadie, por supuesto). Al final le di el pecho hasta los 22 meses y me iba genial, no sólo como alimento (aunque fuera mixta), sino también para calmarla, dormirla o darle consuelo cuando estaba enferma.

Y después de cinco años, me decidí a volver a organizar “la cruzada de la teta” con mi segunda hija, junto con el apoyo incondicional de mi marido. Fue más complicado porque nos habíamos ido a vivir fuera de Cataluña, pero aún así Inma continuó asesorándonos por teléfono y por email. Intenté ponerme a la niña al pecho cuanto antes, me hice una coraza ante comentarios cercanos negativos, y buscamos un pediatra por-lactancia en la nueva ciudad. En esta ocasión lo más importante para conseguirlo ha sido el apoyo incondicional de mi marido (a veces pensaba que tenía que haber tenido las tetas él), la ayuda de Inma Marcos y del Dr. Luis Ruiz (a pesar de la distancia), y la fuerza de mi hija, que chupó durante los primeros días hasta sacar mis pezones en poco tiempo. Sin embargo, aunque parecía que la cosa iba mejor que con mi primera hija al principio y que se agarraba bien, la niña no engordaba y yo tenía unas grietas tremendas, así que tuvimos que complementar con biberón. Enviamos a Inma por email unas fotos de la boca de nuestra hija y de mis grietas, que lo reenvió a varios expertos (entre ellos el Dr. Ruiz) y nos remitió un diagnóstico claro: frenillo corto. Acudimos a la consulta del Dr. Ruiz, que vio que la bebé tenía ese problema. Eso provocaba las grietas y una infección bacteriana tremenda en los dos pechos que después salió claramente en los análisis de mi leche que Inma envió, a través de Alba Lactancia Materna, a la Universidad de Madrid, el único sitio donde garantizan resultados fiables. El doctor Ruiz le cortó el frenillo, a sus 20 días de vida, y nos dijo que la succión mejoraría en un mes. Con el antibiótico y la intervención (frenotomía), en pocos días se redujo el dolor, desaparecieron las grietas y en un mes la niña succionaba muchísimo mejor.

A pesar de que soy una persona muy impaciente, he aprendido a valorar que si quieres conseguir lactancia materna y tienes que superar dificultades, esto es una carrera de fondo. Un mes entonces me parecieron siglos y ahora veo que no es nada. Tanto Luis Ruiz como Inma Marcos me ayudaron también a mejorar la posición, me dieron excelentes consejos y me animaron a intentar dejar el biberón. Aun así, yo ya había comenzado con lactancia mixta porque la niña no engordaba y, aunque día a día iba mejorando, veía casi imposible conseguir “relactar”. Me parecía un mito y leía casos en Internet de otras chicas que lo habían conseguido y me parecía algo lejano y casi milagroso. Además, cualquier “avance” tenía que hacerlo a escondidas de mi entorno familiar, que ya daban por hecho que yo seguiría con lactancia mixta. Las frases que más oía eran “tienes que aceptar que no tienes leche suficiente” o “no la vas a matar de hambre habiendo biberones” o “yo también he criado a todos mis hijos con biberón y mira que sanos están”…. También se da la circunstancia de que soy autónoma, y todo el mundo veía en la lactancia un problema para que siguiera trabajando.

Así que yo iba haciendo algún paso adelante poco a poco, pero sin tanto espíritu de lucha ya. Un día me animaba a usar el sacaleches entre tomas, sobre todo por la noche, y al siguiente me desesperaba al ver que no salía casi nada. Y me desesperaba también por la falta de sueño, por no poder atender como yo quería a mi hija mayor, y por no poder trabajar lo suficiente. Y cada varios días quería tirar la toalla. Pero allí estaba mi marido, que no desistía, y también Inma Marcos, a la que llamaba constantemente para escuchar lo que yo en definitiva quería oír: “venga, que tú puedes, que le das muy poco de biberón y otras han conseguido relactar dando aún más, ponte a la niña más al pecho, yo te veo que en un mes puedes conseguirlo”. Así que justo cuando mi hija cumplió dos meses, que ya le daba casi 100 de biberón en cada toma (excepto por la noche), cogió una bronquitis. El día que la llevamos al pediatra ya no quiso ningún biberón después del pecho y así durante toda esa semana hasta que volvimos a llevarla a revisión. Le habían recetado antibióticos y otra medicación. Tosía mucho, estaba hecha un desastre y muy adormilada. Y como hacía tanto calor esa semana, pensé que si rechazaba los biberones (ella fue más lista que yo), sólo con mi pecho se iba a deshidratar. Así que me la ponía al pecho todo el día, para que tomara el máximo posible y darle muchos “mimos” para que se curara. Y al volver al pediatra comprobamos con sorpresa que había engordado 300 gramos en una semana, así que nos animó a seguir sólo con el pecho.

Así que mis malos momentos con la experiencia de mi primera hija y los inicios con la segunda se han visto más que recompensados con los casi ya 4 meses de lactancia materna exclusiva (más lo que quede en adelante). Disfruto dando de mamar a mi hija, que ahora está enorme, y he vivido unos meses que no me imaginaba, pudiéndole dar de comer en cualquier sitio, con la libertad de movimiento que ello supone, además de todas las ventajas adicionales que conlleva dar el pecho. Me alegra también pensar que la ayuda totalmente gratuita y desinteresada que realizan personas como Inma y Luis, y asociaciones como Alba Lactancia Materna, tiene sus frutos.

Hoy mi hija, que ahora tiene cinco meses y medio, ha dicho con claridad: te-ta. Y ha sonreído.