La vivencia de Mónica

DAR EL PECHO NO DUELE. Y sin embargo a mí me hacía un dolor terrible que cada día era aún más intenso hasta el punto de hacerme llorar.

Desde el primer día de lactancia materna ya empezó a hacer un poco de daño cuando mi bebita se cogía al pecho, y unas bolitas rojas, como puntos de sangre aparecieron en el pezón. Le comente a todos los profesionales sanitarios que me visitaban en la clínica (ginecólogas, pediatra, enfermeras médicas, de la nursería,…), y todos me decían lo mismo, sin ni siquiera mirar mi pecho: “no te preocupes, eso es normal, al principio siempre duele, son las grietas, ya se te pasara, sobre todo ponte Purelan”. Y así fue como cada día mi dolor iba en aumento y como pude observar el desprendimiento de una capa de piel-tejido en cada pezón después de que la pequeña dejaba de mamar. Tenia que fiarme, después de todo ellos eran los profesionales, y además se trataba de un Hospital Amigo de los Niños.

Llegamos a casa, y las visitas con los pediatras, enfermeras y ginecóloga continuaron, y yo insistía en el dolor que sentía cuando daba de mamar a mi hija, y la respuesta siempre era la misma: las grietas.

Después de cinco días de lactancia materna, el dolor era tan intenso que ya no podía aguantar más, y lloraba cuando le daba de mamar, lloraba cuando se ponía a llorar mi bebé porque quería comer e incluso lloraba cuando no estaba con ella, porque solo pensar en mi pequeñita que pedía de comer continuamente y la débil de su madre que no quería darle, aunque con mucha resignación lo hacía. No había llegado al extremo de rechazar a mi bebé, pero le tenía miedo, tenía miedo de una personita que no pesaba ni cuatro kilos! Mi marido estaba convencido de que tenía depresión post-parto.

No sé si son conscientes de la cantidad de veces que puede llegar a comer un bebé recién nacido, es continuo (porque comen a demanda). Mi niña podía estar 20-30-40 min en un pecho, hacer una siestecita de 5 o 10 min (normalmente en el propio pecho) y seguir con el siguiente pecho otro tanto, y así durante todo el día. Cada vez que despertaba empezaba a llorar como si no hubiera comido nunca, un llanto desesperado y penetrante que te taladra el cerebro y te destroza el alma, porque piensas: pobrecita mi niña que se muere de hambre, quizás el pecho de su madre no da suficiente leche. Es escaso y débil, porque además de no tener leche está tremendamente dañado y dolorido. ¿Cómo era posible que si todas las mujeres han podido dar el pecho a sus bebés, y han aguantado el dolor de las grietas yo era incapaz de soportarlo? A mi niña le había tocado la madre flojucha que iba a ser incapaz de alimentar a su hija con su leche, iba a tener que recurrir a la leche de fórmula, y eso me atormentaba, porque me había estado informando y documentando y todos los inputs que había recibido durante el embarazo estaban direccionados hacia la lactancia materna, estaba convencida y quería hacerlo, porque era lo mejor para mi pequeñina.

Según los escasos conocimientos sobre lactancia materna que había adquirido antes de dar a luz, dar el pecho no duele. Si duele es porque la postura no es correcta, pero tanto los profesionales sanitarios como la información que yo tenía confirmaban que la niña estaba bien colocada, labios evertidos, barriga con barriga, etc. Por otro lado estaba la opinión médica que tantas veces me habían respondido que era normal que me doliera, ya se me pasaría. De modo que aguanté otra semana más rabiando de dolor, intentando poner a la niña de otra forma, utilizando pezoneras (consejo de la pediatra privada, y que no soluciona nada), mojándome el pecho con mi propia leche y untándome el Purelan; mientras, paciente, esperaba que las “grietas” se curasen. Pero cada día me dolía más, además de llorar me mordía la mano para poder soportar el dolor, y me dejé los dientes marcados unas cuantas veces.

Después de 15 días estaba desesperada. Lo que tenía que ser una experiencia única y maravillosa se había convertido en una tortura insoportable. Para que se puedan hacer a la idea, imagínense que ponen su dedo para que se lo machaquen con un martillo, y que además lo hacen repetidas veces, sin ni tan si quiera darle tiempo al dedo de recuperarse, el dedo acaba destrozado. Y así estaba yo destrozada física y psicológicamente, porque tenía sentimientos contradictorios, no quería darle de mamar porque era doloroso, pero tampoco quería dejar de hacerlo, porque la vida de mi niña dependía del alimento que le proporcionaba su madre. Finalmente pude ir al grupo de lactancia de mi barrio, a ver si podían aconsejarme. Lo primero que hizo Cristina de Alba Sant Martí fue mirar mi pecho, y con solo un vistazo me dijo que seguramente lo que tenía era una infección, y me redirigió a otro grupo de lactancia donde una experta en el tema evaluaría mi caso, tomaría muestras de leche y las enviaría a la Universidad Complutense de Madrid para que realizaran un cultivo, así determinarían las cepas causantes de la infección y podrían recetarme el antibiótico apropiado. Y así lo hice. La experta en lactancia de Sant Andreu (Imma Marcos, que además es comadrona), en cuanto me vio, por el tipo de herida y la falta de tejido enseguida reconoció las cepas bacterianas, y no se equivocó. Los resultados del cultivo mostraban, entre otras cosas, una infección de 400.000 colonias/ml en el pecho izquierdo de estafilococos epidermidis! (se considera infección por encima de 1000 colonias/ml), por lo tanto el diagnostico era de mastitis severa.

Tener una infección no es motivo de alegría, es un problema serio y sobre todo si no se trata adecuadamente, pero en mi caso me hizo muy feliz, saber que no era un problema personal mío o de mi pequeña, que se podía solucionar con un tratamiento –aunque fuera largo-, y así podría continuar con la lactancia. La especialista en lactancia, me explicó muy bien que es lo que me estaba pasando, como debía actuar e indagando en mi historial clínico, cual podría haber sido la causa que ocasionó el desequilibrio bacteriológico (antibioterapia durante el parto, y ningún control posterior). Me proporcionó también el teléfono de un médico en Valencia (Dr. Paco Vera) que estaba colaborando con ellos en el estudio de las mastitis. Evaluó mi caso particular y me indico cual debía ser el tratamiento, con antibióticos específicos. A los dos días de empezar el tratamiento el dolor ya no iba en aumento, sino que se mantenía, y a los cinco días, poco a poco empezó a disminuir, y la herida en el pecho derecho empezó a cerrarse. Dos semanas después de iniciar el tratamiento el pezón derecho ya presentaba la apariencia de un pecho sano, un poco colorado porque la infección interna en los tejidos aun no se había curado, pero estaba en camino. Al pecho izquierdo le costó un poco más ya que la infección era mucho más grave. No obstante, el dolor era cada día menos intenso, hasta desaparecer por completo.

Finalmente, después de un largo tratamiento, la infección se curó del todo. Y mi niña pudo continuar tomando el pecho de su madre sin notar ninguna molestia, ya que los antibióticos que tomaba son seguros para los lactantes y no le causaban ninguna molestia ni efecto secundario.

Estoy infinitamente agradecida a Imma Marcos y a sus colaboradore/as, ya que gracias a ellos pude recuperar la lactancia materna y la confianza en que todo saldría bien. Porque tal y como había leído tantas veces, si dar el pecho produce dolor es que hay un problema ya sea la posición, infección, el frenillo de la lengua,…, hay que evaluarlo y corregirlo, nada más; pero para ello es necesario que los profesionales que atienden a las mamás y a sus bebes estén formados, y quieran reconocer que los problemas existen y no es normal cuando duele, porque para dar el pecho no es necesario convertirse en una heroína que aguante el dolor sin quejarse.

La lactancia materna es una experiencia maravillosa de la que todas las mamás y sus bebés deberían poder disfrutar sin interferencias.

Y además ahora sí puedo añadir: DAR EL PECHO NO DUELE.

Por Mònica Delgado-Jiménez
Técnico superior de laboratorio.