Desde el año 2008, aproximadamente, se está hablando mucho de la anquiloglosia o frenilllo lingual corto como un factor perturbador de la lactancia materna. Esto ha conllevado un posicionamiento general en contra o a favor de su diagnóstico y tratamiento, pero ¿Realmente se trata de una moda?, ¿Por qué ahora parece que todos los bebés tienen el frenillo corto?, ¿Hay que intervenir y cortar el frenillo o se soluciona solo?, ¿El frenillo corto solo entorpece la lactancia o puede ocasionar problemas a posteriori?
Vamos a intentar dar respuesta a todas estas preguntas.
¿Qué es la anquiloglosia o frenillo lingual corto?
Anquiloglosia significa literalmente “lengua atada o anclada” y es una definición muy gráfica de lo que les pasa a los bebés que nacen con el frenillo de la lengua corto: la lengua se encuentra sujeta al suelo de la boca y no puede realizar los movimientos necesarios para que el bebé pueda mamar de manera eficaz y sin comprometer el bienestar de su madre.
¿Dónde está localizado el frenillo lingual y para qué sirve?
El frenillo lingual se encuentra debajo de la lengua, insertado, de manera ideal, dentro de la lengua. Sin embargo, cuando en etapas embrionarias se desarrolla la cavidad oral y los músculos hiogloso y geniogloso, en ocasiones estos dos músculos se separan mal, quedando el frenillo fuera de la lengua. Esta situación hace que la lengua se mantenga sujeta al suelo de la boca, impidiendo en diferente medida los movimientos de la lengua que permiten al bebé realizar la transferencia de leche: protrusión, elevación, peristaltismo, acanalamiento y lateralización. Todos estos movimientos son necesarios para que el bebé pueda mamar de manera placentera y eficaz y para que posteriormente, al iniciar la alimentación complementaria, pueda realizar los movimientos necesarios para ensalivar y tragar el bolo digestivo con facilidad.
El frenillo no tiene ninguna función específica cuando está situado fuera de la lengua por lo que seccionarlo, si es necesario, no perjudica en nada al bebé.
¿Pero qué pasa hoy en día, que todos los bebés parecen tener el frenillo corto?
Para empezar, no debemos olvidar que la lactancia materna es cosa de dos y, en muchas ocasiones, los bebés con frenillo lingual corto no manifiestan ninguna dificultad para agarrarse, succionar y deglutir la leche, ya que la ductilidad y plasticidad del pecho de la madre les permite realizar un agarre válido consiguiendo así una transferencia de leche óptima.
Sin embargo, en los últimos años, parece que se haya producido una epidemia de frenillos cortos y todos los bebés los tengan, y que esa sea la causa de todos los problemas y dificultades que se pueden producir durante la lactancia.
En realidad ni todos los bebés tienen frenillo, ni todos los que lo tienen deben padecer dificultades. Si un bebé tiene un frenillo lingual corto y ello no afecta a la lactancia no deberíamos prestarle más atención.
Pero lo cierto es que muchas de las madres que buscan ayuda en los grupos de apoyo acaban descubriendo que su bebé ha nacido con un frenillo lingual corto.
Ahora no hay más niños con frenillo corto que hace dos décadas. De hecho, podemos constatar su existencia desde la antigüedad ya que son citados en textos griegos, romanos, mozárabes… En los cuales se refleja el reconocimiento que un frenillo lingual corto podía crear perturbaciones en la lactancia y también producir dificultades del habla en la etapa adulta.
Así pues, se conocía su existencia y los libros recogen explícitamente técnicas para seccionarlos.
¿Entonces por qué se olvidó la existencia de los frenillos linguales?
Cuando hace unos siglos una mujer tenía dificultades para amamantar a su hijo o bebé no aumentaba de peso tenía diversas opciones: pedir a una mujer de la familia con más experiencia o a una amiga que alimentara a su bebé (lo que convirtió a muchos adultos en hermanos de leche, creando un vínculo casi de consanguinidad) o alimentar al niño con leche modificada de otros mamíferos, lo que suponía un gran riesgo para la salud del bebé.
Las mujeres más acomodadas podían pagar los servicios de una nodriza que amamantara su bebé.
La aparición y generalización de las leches artificiales como modo de alimentación infantil supusieron una pérdida de la cultura de la lactancia materna, y por consiguiente se “olvidó” la posible trascendencia de un frenillo lingual corto.
En los últimos años el aumento de madres que desean amamantar y el interés de la ciencia por la composición de la leche materna han propiciado que se hayan retomado y estudiado de manera científica las implicaciones de un frenillo lingual corto.
¿Qué problemas puede ocasionar el frenillo corto?
La anquiloglosia puede perjudicar tanto a la madre como al bebé.
Para la madre, el mayor inconveniente de dar de mamar a un niño con frenillo corto es el dolor: se producen grietas por la fricción y por la excesiva presión intraoral negativa a la que se ve sometido el pezón, infecciones bacterianas causadas por un mal drenaje de los conductos y favorecidas por la presencia de las grietas, isquemias por la compresión del pezón contra el paladar. Todo ello hace que la experiencia de dar el pecho resulte dolorosa y desagradable. O mastitis de repetición por las heridas causadas y el mal drenaje de la glándula.
No todas las glándulas mamarias reaccionan del mismo modo ante una succión ineficaz. Hay casos en los que la madre sufre falta de leche (hipogalactia) y hasta que se corta el frenillo o se estimula la producción (con el uso de un extractor, por ejemplo), la cantidad de leche producida es insuficiente. Por el contrario, hay madres cuyas glándulas mamarias parecen querer compensar el problema disparando la producción, lo que hace que padezcan ingurgitaciones constantes y subidas de leche entre tomas.
Además, las tomas pueden ser interminables, ya que los bebés con anquiloglosia no sueltan el pecho por sí mismos y suelen mostrarse llorosos e irritables. La madre se siente cansada y frustrada, lo que puede conducir al abandono precoz de la lactancia, incluso por parte de madres muy motivadas.
En otras ocasiones, la succión no es dolorosa pero si inefectiva. Para la madre esto resulta desconcertante, ya que el niño mama aparentemente bien pero se muestra muy demandante y no gana suficiente peso. Estas madres pueden llegar a pensar que su leche no es buena o que no son capaces de producir suficiente cantidad, cuando en realidad el problema es otro.
Para los bebés, las consecuencias de un frenillo corto pueden variar mucho, y aunque a corto plazo pueden afectar negativamente a la lactancia, a medio y largo plazo causan también otros trastornos.
Hay niños con anquiloglosia qué no aumentan de peso debido a la succión ineficaz, que se traduce en una escasa producción de leche. Otros aumentan con normalidad o de manera espectacular.
La glándula mamaria actúa a menudo de forma compensatoria. Ante un bebé que mama de forma ineficaz o caótica, puede reaccionar fabricando mucha leche y dando lugar a una producción excesiva (hipergalactia). Cuando esto ocurre, los bebés toman mucha leche de inicio, más rica en lactosa, lo que la hace difícil de digerir y puede dar lugar a deposiciones verdes, malolientes y explosivas, muy diferentes de las deposiciones típicas del lactante amamantado, que son de color mostaza y con un olor dulzón que recuerda al del yogur.
Este exceso de lactosa también los hace más propensos a sufrir regurgitación, puesto que deben tomar más volumen de leche para obtener las mismas calorías que recibirían si mamaran de forma eficaz, y molestias intestinales (gases, cólicos).
Al nacer, todos los bebés tienen el paladar alto y cerrado, pero a medida que la lengua se mueve eficazmente en la cavidad oral, éste se va abriendo y descendiendo. Si la lengua no tiene capacidad de elevación debido a un frenillo corto, este cambio no se produce, lo que afecta a toda la estructura maxilofacial.
Al quedar el paladar más elevado, las coanas (aberturas posteriores de las fosas nasales) ven reducido su diámetro, lo que hace que los bebés con frenillo corto respiren más por la boca que por la nariz, duerman con la boca abierta y ronquen durante el sueño. Los problemas respiratorios se deben a la entrada de aire a los pulmones directamente por la boca. Ese aire no es filtrado por las fosas nasales, lo que facilita la entrada de partículas dañinas. Y es más frío, lo que les predispone a sufrir bronquitis y neumonías. También son propensos a sufrir otitis, debido a un mal drenaje de la trompa de Eustaquio. Asimismo, hay estudios que relacionan la anquiloglosia con una mayor incidencia de las apneas del sueño.
La maloclusión dental es otro problema derivado de la anquiloglosia y se manifiesta cuando empiezan a salir los dientes. Éstos pueden nacer desplazados o encabalgarse, lo que unido a la deformación del paladar puede requerir costosas intervenciones odontológicas.
Cuando los niños con anquiloglosia crecen, surgen problemas logopédicos (dislalias o trastornos de articulación fonética) en la pronunciación de las consonantes /r/, /rr/, /l/, /t/, /d/, /n/, /s/ y /z/.
Por último, la anquiloglosia es responsable asimismo de problemas de tipo social que no por leves dejan de afectar la calidad de vida de quien los sufre: las personas con frenillo corto no pueden hacer cosas tan sencillas como lamer un helado o besar con la lengua.
¿Cómo puedo saber si mi hijo tiene un frenillo lingual corto? ¿Cómo se diagnostica la anquiloglosia?
Hay que evaluar el grado de movilidad de la lengua, incluida la capacidad de la misma para extenderse más allá del labio inferior, elevarse hasta el paladar estando la boca bien abierta y efectuar movimientos transversales de una comisura de la boca a la otra sin necesidad de deformarse (lateralización). La elevación parece ser el movimiento lingual que más influye en la lactancia, por lo que debería pesar más que los demás parámetros a la hora de evaluar la anquiloglosia.
La valoración del tipo de frenillo se realiza de manera visual o digital, hay señales que nos indican que el bebé puede tener el frenillo de la lengua corto:
- Retrognatia: pese a que la retrognatia (mandíbula inferior más corta de la superior) es fisiológica en los bebés y se modifica con su crecimiento, los bebés que tienen anquiloglosia acostumbran a tener una retrognatia evidente.
- Callo lingual: el callo, o callos, de la lengua indican que el bebé debe hacer mucha fuerza para agarrarse el pecho y eso le ocasiona ampollas por el roce.
- Movimientos irregulares de la lengua: cuando el bebé llora podemos observar que la lengua no se mueve de manera simétrica, se alza o se comba de diferentes zonas
- Chasquidos: los bebés con anquiloglosia pueden succionar haciendo ruidos con la lengua, chasquidos, muy característicos que indican que de vez en cuando la lengua no puede mantener el agarre.
- Paladar ojival: la lengua, en reposo, no puede situarse en la posición correcta lo acaba modificando las estructuras orales. El maxilar superior se estrecha formando un V, y el paladar paralelamente se hunde, lo que le confiere un aspecto profundo.
Pero si se requiere una valoración y evaluación más rigurosa del frenillo lingual corto se puede usar la Herramienta de Hazelbaker [pdf]. La tabla fue desarrollada por la doctora Alison Hazelbaker para ofrecer una evaluación cuantitativa de la anquiloglosia y poder recomendar así la necesidad, o no necesidad, de liberar la lengua mediante frenotomía.
La Herramienta mide tanto en funcionalidad como la apariencia de la lengua. De este modo, puntuaciones inferiores a 8 en aspecto y 11 en funcionalidad señalan la necesidad de intervención.
Clasificación en cuatro categorías de la anquiloglosia
La clasificación de los frenillos [pdf] por parte de la Dra. Elizabeth Coryllos y Catherine Watson Genna nos permite tener además una escala de clasificación global que nos facilita el entendimiento.
Frenillo tipo 1 anterior:
La inserción del frenillo se produce en la punta de la lengua. Cuando el bebé llora, la lengua tiene forma de corazón o parece bífida, ya que el frenillo tira de la punta de la lengua hacia el interior de la boca.
Frenillo tipo 2 anterior:
La inserción del frenillo se produce unos milímetros más atrás que el tipo 1. La lengua no se suele ver bífida, pero cuando el bebé llora, se puede observar que la punta de la lengua desciende hacia abajo.
Frenillo tipo 3 posterior:
Este tipo de frenillo podría definirse como una combinación de los tipos 2 y 4, puesto que existe una pequeña membrana visible en la cara posterior de la lengua pero también un anclaje submucoso, por lo que no basta con seccionar la membrana para liberar la lengua del suelo de la boca. Este tipo de frenillo puede resultar difícil de observar a simple vista, pero basta pasar un dedo de lado a lado bajo la lengua en reposo del bebé para advertir su presencia. La lengua puede presentar un aspecto normal y realizar el movimiento de extensión con relativa facilidad, pero al hacerlo se combará por la periferia y se deprimirá en el centro, y el bebé no podrá elevarla hasta tocar el paladar con la boca totalmente abierta. En función del grosor y fibrosidad del componente submucoso, la lengua también puede presentar un aspecto apelotonado y compacto.
Frenillo tipo 4 posterior:
El frenillo como tal no se aprecia a simple vista, ya que se halla oculto bajo una capa de tejido mucoso, y restringe casi totalmente la movilidad de la lengua, por lo que ésta se halla muy anclada al suelo de la boca y puede presentar un aspecto compacto. El movimiento de la lengua suele ser asimétrico. A menudo, se aprecia un paladar ojival o estrecho, consecuencia directa de la escasa movilidad de la lengua.
¿La clasificación de los frenillos indica la gravedad?
Es importante señalar que tener un tipo u otro de anquiloglosia no supone, a priori, mayor o menor dificultad para mamar. Sin embargo, esta clasificación nos permite usar una nomenclatura común y entender así de qué tipo de frenillo hablamos.
¿En qué puede afectar un frenillo lingual a la lactancia materna?
Un frenillo lingual puede causar (o no) las siguientes dificultades al bebé durante su lactancia y en otros ámbitos de su vida:
Succión ineficaz, mala transferencia de leche, agarres compensados que suponen una escasa ganancia de peso y que a la madre le pueden acarrear dolor durante el amamantamiento, grietas, mastitis de repetición…
A medida que el niño crece, se puede dar una mala oclusión dental, dificultades logopédicas, -itis de vías respiratorias de repetición al ser respiradores bucales…
Esto no implica que un bebé con anquiloglosia vaya a sufrir todas estas dificultades, puede sufrir alguna o ninguna. Nunca sabemos, a priori, qué dificultades puede causar un frenillo hasta que las dificultades se manifiestan.
¿Qué hacer si nuestro bebé tiene un frenillo lingual corto?
Una madre que ha detectado uno de estos tipos de frenillo se pregunta ¿Hay que intervenir siempre? Valorar un frenillo como único causante de las dificultades es una visión sesgada, de la misma manera que lo es evaluar sólo el agarre y la postura del bebé al mamar.
Así pues, antes de intervenir el frenillo, sería necesario revisar siempre todos los aspectos básicos para el buen transcurso de la lactancia: valorar el agarre y la postura de la madre para ver si podemos conseguir así mejoras significativas: boca bien abierta con los labios evertidos, la nariz y el mentón tocando el pecho, la madre y el bebé muy pegados, buscar la alineación oreja-hombro-cadera del bebé, intentar posturas de agarre biológico, mantener un agarre palmar del pecho, realizar alguna intervención de fisioterapia para mejorar la succión, etc.
También se puede añadir que a medida que el bebé crece, también lo hace su boca, y puede que se solucione así el dolor o los posibles problemas con la lactancia.
Si tras todo esto, y con la ayuda de una asesora, IBCLC o comadrona experta, las dificultades no mejoran, el siguiente paso sería valorar si es oportuno intervenir la anquiloglosia.
En caso de que fuera necesario, la intervención más habitual para intervenir la anquiloglosia se denomina frenotomía. En función del tipo de anquiloglosia y de la edad del bebé, ésta intervención se puede realizar de forma ambulatoria por un profesional con experiencia o bien de forma quirúrgica por un cirujano.
Actualmente ya se ha acumulado evidencia científica suficiente que sugiere que la frenotomía se asocia con mejoras de la lactancia materna, especialmente para la madre (desaparición o disminución del dolor al amamantar, etc), pero no se puede afirmar que sea una panacea en todos los casos en que se ha practicado, ya que liberar la lengua del bebé no significa que éste automáticamente vaya a empezar a succionar correctamente, aunque esté mejor equipado para hacerlo que antes de la intervención. En cualquier caso es importante realizar, tras la frenotomía, ejercicios de fisioterapia para mejorar la succión y evitar que la lengua pueda, en algunos casos, volver a quedar anclada.
En resumen:
Podríamos resumir que el frenillo corto puede causar dificultades en la lactancia y, a posteriori, otros trastornos, por lo que resulta necesaria una evaluación específica del frenillo corto en las parejas madres/bebés que presenten obstáculos en la lactancia.
Cuando observamos una toma, deberíamos ir mucho más allá de la simple verificación de un buen agarre y una buena postura, puesto que la lengua es uno de los primeros motores de la lactancia y debe funcionar perfectamente a fin de conseguir una lactancia materna placentera y eficaz tanto para la madre como para el bebé.